
Todos los procesos empresariales tienen una belleza logística, como una coreografía que conduce por pasos diseñados para concretar una visión.
Puede que el romanticismo de mi idea te parezca absurdo, pero si te detuvieras, por ejemplo, a observar la línea de producción de un producto, quitándole el velo de lo técnico, encontrarías magia.
He visto cómo una mezcla de color fresa dentro de un enorme tanque de acero termina en la boca de un niño, convertido en una figura helada y dulce que crea un recuerdo memorable.
¿O acaso no guardas en tu mente alguna memoria grata que involucre un helado?
He recorrido las fábricas desde sus entrañas, observando, desde los espacios abandonados de hierros oxidados que alguna vez fueron piezas brillantes de un catálogo, hasta las recepciones pulcras que dan la bienvenida a los visitantes.
Y también he visto miles de veces cómo los operarios trabajan con estoicismo, sintiéndose como un sujeto anónimo que encendió la "máquina" ruidosa y fría.
¡Y si cada uno de nosotros pudiera comprender lo importante que es nuestra participación en la creación de un producto o servicio?
Si tuviéramos conciencia de cómo nuestro tiempo, dedicación y trabajo disciplinado influyen en ese momento glorioso en que alguien se cubre con la fantasía de lo que consume, reconoceríamos nuestro valor en todo el proceso.
Por otro lado, ya como líderes de marcas, ¿somos conscientes de cómo nuestras empresas contribuyen a los sueños de cada uno de los miembros de su equipo?
¿Cómo impacta la misión empresarial en sus objetivos de vida, en sus deseos de transformar su vida o la de otros?
Tal vez, al poner en palabras claras la misión humana de un espacio de trabajo, se elimine esa connotación de obligación y se otorgue más sentido a la labor de cada individuo dentro de la organización.
Lo he dicho muchas veces: las empresas deben ser ecosistemas equilibrados donde nadie se beba la felicidad de otro.
Crear, difundir y diseñar el objetivo fundamental de una marca puede lograr efectos asombrosos en todo el organigrama, tenga la forma que tenga.
Una misión corporativa debe sonar entendible y motivadora para todos.
Hablar solo de clientes o consumidores puede no ser la clave para inspirar a cada persona dentro de la empresa.
Y sin inspiración, solo tendremos extensiones impersonales de máquinas, operadores o ejecutores actuando como autómatas, esperando con ansias el timbre de salida o el fin de semana para anestesiar su aburrimiento.
No soy ingenua. Una misión clara no convierte un trabajo en un parque de diversiones.
Pero reconozcamos que no hay nada más motivador que hallar un sentido a lo que se hace día a día.
¿Y si pudiera preguntar, en una charla privada con un ente tecnológico (como un GPT de IA diseñado para humanizar), de qué manera mis deseos y sueños se alinean con el objetivo macro de una empresa?
Eso sería innovador.
Si nos esmeramos en construir una data honesta y humana de nuestro principio empresarial, más allá de ser rentables y tener consumidores felices y satisfechos, podríamos crear una cultura organizacional que estimule e inspire a cada persona.
¿Puedes imaginar cómo impactaría esto en la rentabilidad de la empresa, en la creación de equipos comprometidos, en el esmero diario de hacerlo bien porque se sabe cómo afecta la misión global?
Esto comienza en el propio fundador, cuando la empresa aún es un sueño bien pincelado en su mente.
Este es uno de los principios que propongo a través de la integración de IA en nuestros procesos y filosofía empresarial.
IA para humanizar, en lugar de buscar sustituir.
Y he encontrado una ruta a través de GPT personalizados, empleándolos como recurso sencillo e interactivo al alcance de cada empleado, según su rol en la empresa.
Si quieres que te ayude a crear, construir y diseñar el texto que defina la filosofía de tu empresa, haciéndola más humana y tecnológica a la vez, este es el momento.
Escríbeme y hablemos.